martes, 28 de julio de 2009

26 de Julio de 2009 08:01
Jóvenes que no trabajan ni estudian: una invitación a la condena social
Ulises Naranjo / MDZ.
Jóvenes, sin trabajo y con changas indignantes.

En Mendoza hay unas 30.000 personas de entre 18 y 24 años que no estudian ni trabajan. El sistema, a muchos de ellos los empuja a la decepción y la inacción social y sus consecuencias. Aquí, una iniciativa saludable que puede cambiar el rumbo a un sector de la comunidad especialmente vulnerable y estigmatizado.
por Ulises Naranjo
La vida para decenas de miles de jóvenes es una cinta transportada que comienza a trasladarlos hacia la tumba desde que el destino los aloja –bajo la discreta forma de la semilla– en el seno materno. Así, la pobreza encara la forma, ya no de clase social desfavorecida, sino de condena. La relación es inversamente proporcional: a mayor pobreza, menores posibilidades. Entonces, en las panzas de sus fatigadas madres, esos pequeños seres, que van enhebrando las primeras formas del latido, comienzan a recibir golpes, palos, mordidas, pisotones, aguas heladas, aguas calientes y abandonos meditados. Nacen, lloran, callan y crecen. Después, cuando son un poco más grandes, descubren o intuyen que eso que llamamos sociedad es, en realidad, una corporación que se dedica a fabricar delincuentes. Por fortuna, sólo un pequeña, pequeñísima, parte de los chicos que se hacen jóvenes se dejan tentar por el delito, pero los que lo hacen tienen tatuadas entre los ojos las iniciales de lo definitivo. Allí las ven cuando se miran al espejo, reconcentrados. Así, aprietan los puños, se sienten fuertes, víctimas justificadas, vengadores de sí mismos. Y salen a la calle: ha llegado la hora de devolver los palos, golpes, mordidas, pisotones recibidos desde el seno materno. No les importa nada, porque la vida, lo más precioso, lo más valioso, en realidad, no vale nada. ¿Querés matarme? Ya estoy muerto. ¿No querés que te mate? Está bien, tenés razón, pero te mato o te afano o te cojo o te lastimo y después, ya más relajado por hoy, me voy a tomar una birra con los vagos y a fumar un porrito, dulzón y milagroso: tanto que es capaz de arrancarme una sonrisa. Ahora bien, ¿qué pasa con el resto de los jóvenes de Mendoza? Una mínima parte, se envía por Internet las fotos del viaje a Disney, Cancún o Roma y chatea con amigos de Illinois. Una gran parte vive y crece con saludable ritmo obrero y otra gran parte anda por ahí, desconcertados como fantasmas en altamar, sin sabe qué hacer con sus manos y su futuro. Hablo de decenas de miles de hermosos jóvenes que, en la provincia, no estudian ni trabajan ni chorean. ¿Qué hacemos con ellos, habida cuenta de que son demasiados como para esconderlos debajo de la alfombra? A esta altura, ya no importa sin son delincuentes o no, pues cierto establishment con enorme capacidad de síntesis y amor por la cocina gourmet ha dado con la receta para catalogarlos. Es esta: “Mezcle usted una cucharada de pobreza y otra de juventud; agréguele un buzo con capucha, zapatillas de colores y jeanes arrugados; bata la mezcla al ritmo de un rock, un cumbia o un rap y, al cabo de tres minutos, obtendrá un delincuente. Nota: de acuerdo a la calidad de la mezcla será la calidad del delincuente que obtenga. Aquellos que no pensamos así, pensamos asá. Y asá nos dice que la enorme mayoría de los pobres jóvenes de Mendoza no sólo no son delincuentes, sino que son víctimas de la falta de oportunidades que hay. Y como hoy no quiero pasar por chillón y quejoso, voy a rescatar una iniciativa oficial ejemplar para intentar contenerlos. Vamos a ella. Cambiar la cerveza y el porro Hay un programa muy particular y saludable que involucra a la Nación, a la Provincia y a los municipios y que bien vale la pena resaltar y conocer. Se llama “Jóvenes con más y mejor trabajo”. Se trata de “un conjunto de prestaciones integradas de apoyo a la construcción e implementación de un proyecto formativo y ocupacional destinado a los jóvenes con el objetivo de proporcionarles oportunidades laborales vinculadas con sus perfiles, sus expectativas y sus entornos”, indica la web del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación. El objetivo del programa es generar oportunidades de inclusión social y laboral de los jóvenes, a través de acciones integradas, “que les permitan construir el perfil profesional en el cual deseen desempeñarse, finalizar su escolaridad obligatoria, realizar experiencias de formación y prácticas calificantes en ambientes de trabajo, iniciar una actividad productiva de manera independiente o insertarse en un empleo”, se indica.El encargado de llevar adelante en Mendoza este plan es Diego Petignano. Charlemos con él. - ¿A quiénes apuntan con este programa? - A jóvenes de 18 a 24 años que no tengan trabajo y que no hayan terminado sus estudios. Los menores de 18 años no pueden ser considerados porque si trabajan y tienen esa edad o menos, se considera que es trabajo infantil y, por tanto, ilegal. - El asunto es discutible, porque dejás afuera a miles de jóvenes de, por ejemplo, 16, 17 y 18 años… - Sí, es verdad. Es un asunto polémico, pero hay que hacer lo que manda la ley y la Organización Internacional del Trabajo respecto del trabajo infantil. - ¿Cuántos jóvenes de 18 a 24 sin trabajo ni escuela hay en Mendoza? - La DEIE (Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas) estima que hay 130.000 jóvenes de esa edad en Mendoza. De ellos, los que no estudian ni trabajan son unos 30.000. Con este plan, que se lanzó el 25 de junio pasado, aspiramos a llegar, con el tiempo, a los 30.000 chicos que nos interesan. En particular, queremos abordar a chicos de todos los departamentos que no están haciendo nada, para que cambien la cerveza y el porro, por la participación en esta idea. - ¿En qué consiste concretamente el plan? - En conectar a esos jóvenes y ofrecerles un menú de opciones, que involucran la terminalidad educativa, la capacitación en oficios y microemprendimiento e incluso convenios de pasantías en empresas de sus departamentos. Un ingrediente importante es que se ofrecen incentivos al cumplimiento de las etapas. Esto es nuevo en relación a otros planes. - ¿Qué son los “incentivos”? - A todo joven que esté dentro del programa y cumpla con los requisitos se le entregarán 150 pesos por mes. Después, cada vez que cumpla un tramo del plan que se traza en conjunto, gana otros 150 pesos. Por ejemplo, si realiza un curso de capacitación en plomería de dos meses, se le paga al finalizar el curso 300 pesos, porque fueron dos meses de tarea. Esta plata se le da aparte de los 150 mensuales que viene recibiendo. - ¿En qué etapa están ahora? - Estamos capacitando a los capacitadores de los municipios. Son unos cinco o seis jóvenes por comuna, que están en los últimos años de sus carreras universitarias relacionadas con el tema. Hay estudiantes de Trabajo Social, Sociología, Ciencias Políticas, Abogacía que trabajarán en sus departamentos… Lo importante es que es una idea transversal, de la que participan Nación, la provincia, las comunas, la Dirección General de Escuelas y, más adelante, organizaciones sociales y empresas privadas. - ¿Cuánta plata han destinado a esto?; ¿la van a tener asegurada? - El financiamiento proviene de un préstamo del Banco Mundial, lo cual garantiza que la plata sí o sí esté disponible. Se trata de unos 150 millones de dólares en todo el país. - ¿Con qué departamentos empezaron a trabajar? - En esta primera etapa, con los ocho municipios que tienen oficinas de empleo montadas: San Rafael, Guaymallén, San Martín, Las Heras, Alvear, Malagüe, Lavalle y Maipú - ¡Son todas comunas peronistas!- Es una coincidencia. Ahora se incorporan Godoy Cruz, Tunuyán y Tupungato. La idea es que, ni bien cada comuna monte su oficina de empleo, se ponga a trabajar con nosotros, bajo el monitoreo del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación. Pues bien, qué nos resta esperar, sino que efectivamente esta idea, que venimos reclamando, se lleve a cabo. Estaremos atentos a la hora de ir cubriendo el debido cumplimiento de cada una de sus etapas.

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